martes, 23 de junio de 2009

John Wayne, rey del western americano

"John Wayne es duro como el acero por fuera y blando como la mantequilla por dentro". Así definió Elizabeth Taylor a su amigo John Wayne El Duque, uno de los mayores mitos de la historia del cine y sin lugar a dudas, el icono del western por antonomasia y del que acaban de cumplirse los 30 años de su muerte. Marion Michael Morrison, que así fue bautizado por el rito presbiteriano John Wayne, nació en el estado de Iowa, el 26 de mayo de 1907, pero muy pronto sus padres, descendientes de emigrantes escoceses e irlandeses, decidieron mudarse a California cuyo clima iba mejor a la salud de su padre, que dejó su profesión de farmacéutico para dedicarse a regentar su propio rancho y enseñar allí a su hijo a montar a caballo desde muy niño.Pero los negocios no fueron bien para los Morrison, y Clyde decidió volver a la farmacia en Glendale, el lugar donde le regaló a su hijo un perro al que llamó Little Duke y del que Marion Michel tomaría su apodo antes de ir a la Universidad de California, donde gracias a su corpulencia formaba parte del equipo de fútbol americano. Precisamente fue su aspecto físico el que hizo que el famoso actor de películas del oeste Tom Mix se fijase en él y le ofreciese trabajo como especialista en el cine. Gracias a esto, El Duque entró en la Fox y se convirtió en una especie de chico para todo. Allí conoció al entonces director novel John Ford, con el que rápidamente trabó una estrecha relación. El propio Ford recomendó a su amigo a los estudios para sus primeros papeles como figurante. Fue entonces cuando Marion Morrison pensó en buscar un nombre artístico y tras desechar los de Tony Morrison y Duke Morrison, decidió hacer caso a John Ford y cambiar su nombre por el de John Wayne. Tras rodar varias cintas de serie B, fue también John Ford quien le recomendó a Raoul Walsh que le diese a su amigo el papel protagonista de La gran jornada. La película resultó ser un fracaso y Wayne se vio obligado a volver a trabajar en películas, normalmente westerns, de serie B, pero ya como protagonista y no en papeles secundarios, como había sucedido hasta entonces. Su segunda oportunidad le llegó una vez más de la mano de su fiel John Ford que, en 1939, le ofreció protagonizar La diligencia. Ahora sí, Wayne convenció a todos y a partir de entonces se convirtió en la estrella incontestable del género.Desde entonces sus intervenciones en películas del oeste se multiplicaron y en ellas John Wayne fue creando su propio personaje al mismo tiempo que iba perfeccionando en cada cinta su capacidad interpretativa. Trabajó durante las décadas de los cuarenta y cincuenta con los más prestigiosos directores de la época como Howard Hawks, Raoul Walsh, Cecil B. De Mille, Mervyn LeRoy, Nicholas Ray, Michael Curtiz y, por su puesto, con su gran amigo, John Ford. Junto a todos ellos legó a la historia del cine títulos tan memorables como Piratas del mar Caribe, La patrulla del coronel Jackson, Sucedió en el tren, Fort Apache, La legión invencible, Río grande, Infierno en las nubes, El hombre tranquilo, Centauros del desierto, Misión de audaces, Río Bravo o Arenas sangrientas, por la que fue nominado al Oscar por primera vez.Durante estos años, John Wayne no sólo se dedicó a actuar, sino que también fue probando suerte en otros sectores de la industria del cine convirtiéndose en productor, junto a sus hijos, con la Wayne Felowes, que posteriormente se denominaría Batjac, y en los sesenta también se puso tras la cámara para dirigir dos películas: El Álamo y Boinas Verdes.Sin embargo, nunca dejó de actuar y en los sesenta y setenta dejó títulos tan recordados como Alaska, tierra de oro, Los Comancheros, Hatari, La conquista del Oeste, El día más largo, El hombre que mató a Liberty Valance, La taberna del irlandés, Los cuatro hijos de Katie Elder, El Dorado, Valor de ley, por la que sería galardonado con el Oscar al Mejor Actor en 1969, o El último pistolero, su último trabajo, rodado en 1976 a las órdenes de Don Siegel.Su enorme popularidad y sus fuertes convicciones conservadoras llevaron al partido Republicano a proponerle que se presentase como candidato a la presidencia de Estados Unidos en 1968, pero él declinó el ofrecimiento argumentando que el pueblo norteamericano jamás podría tomar en serio a un actor sentado en la Casa Blanca, algo que, evidentemente, nunca se planteó Ronald Reagan. Wayne estuvo casado tres veces, pero además se le atribuyeron a lo largo de su vida numerosos romances, el más sonado sería el que protagonizó en sus años de juventud con Marlene Dietrich. Fue con su tercera esposa, Pilar Palette, con la que estuvo hasta su muerte, cuando perdió la batalla contra un cáncer de pulmón que mantuvo durante quince años, el 11 de junio de 1979, a los 72 años. Pocos meses antes, a petición de sus amigas Maureen O'Hara y Elizabeth Taylor, el Congreso de los Estados Unidos concedió a John Wayne su medalla de oro con la siguiente inscripción: "John Wayne, americano". Fue su esposa la encargada de hacer inscribir, en castellano, su epitafio sobre la lápida que cubre la tumba del actor de western más famoso de todos los tiempos en el Pacific View Memorial Park de Newport: "Feo, fuerte y formal".